La importancia del autoliderazgo
El liderazgo es una cualidad de la que se habla mucho y suele ser habitual la pregunta de: El líder, ¿nace o se hace?
Generalmente, tenemos interiorizado que no todo el mundo es líder y eso nos permite a buena parte de las personas, “escapar” de la responsabilidad de serlo y eso puede dar cierta tranquilidad. ¡Bufff, una cosa menos!
Sin embargo, del ejercicio del autoliderazgo nadie puede escapar. Pasa algo más desapercibido este concepto que por el contrario al de liderazgo, toda persona desarrolla, bien o mal. Las personas estamos constantemente tomando decisiones, más o menos relevantes, que van conformando aquello en lo que nos convertimos. Tenemos varias facetas que vamos moldeando a medida que escogemos a lo largo de nuestra vida: La personal, la espiritual y la profesional. Estas decisiones pueden ser planificadas, vinculadas a un propósito de vida, a una vocación profesional y a unos valores. Hay ocasiones relevantes en la vida que requieren de una reflexión antes de optar por un camino u otro. Por ejemplo, ¿qué estudios quiero cursar?, ¿quiero ser un profesional del futbol? ¿quiero continuar con esta relación sentimental? ¿deseo promocionar?. Este tipo de momentos vitales requieren de cierta reflexión y escucha interior, de lo contrario, si se responden de manera aprontada o presionados por el entorno, tienen muchas probabilidades de fracasar. Si por el contrario están unidas a nuestra verdadera vocación, tendrán más posibilidades de ser alimentadas y por lo tanto desarrollarse de manera exitosa.
Luego están un montón de decisiones que acompañan al cumplimiento de esas más importantes, ¿voy a clase hoy o me la salto?, ¿acudo al entrenamiento? ¿puedo saltarme la dieta para el campeonato?. Si estas decisiones de carácter más improvisado están atadas a unos valores de base que mantengan cierta coherencia con lo que queremos SER, las elecciones serán mayoritariamente acertadas. Si, por el contrario, son improvisadas y sin ningún por qué detrás que las sostenga, más allá de un impulso o una apetencia cortoplacista que satisfacer, no nos llevarán a nuestra vocación y por lo tanto frustrarán nuestro desarrollo personal, profesional o espiritual, provocando sensaciones de fracaso o vacío.
Adicionalmente este tipo de decisiones son las que pueden atarnos a sustancias tóxicas, o hábitos de vida poco exigentes que nos llevan a conseguir ningún éxito.
A nivel profesional, lo que vamos decidiendo en cada momento de nuestra vida, por ejemplo, la formación por la que optamos, el compromiso que depositamos a la hora de sacarla adelante en tiempo y forma, cómo la vamos complementando a lo largo de nuestra trayectoria profesional, qué duda cabe que requiere de un buen autoliderazgo. Es decir, del arte de saber gobernarnos en cada momento para hacer realidad el objetivo, el sueño que nos hemos marcado.
En ocasiones, uno puede sentirse perdido porque ya no se oye a sí mismo, o porque aparecen miedos, inseguridades, que nos obligan a hacer una alto en el camino y replantearnos las preguntas importantes. Estar seguros de que el camino escogido es el que queremos, para revalidar la dirección, o cambiarla. En situaciones como ésta existen herramientas de apoyo que haciendo gala de un buen autoliderazgo, es necesario usar para ganar confianza y sentirse reconfortado con el camino escogido y con el trabajo que exige recorrerlo. Por ejemplo, en esta área, la herramienta del coaching, el mentoring, o un asesoramiento en etapas relevantes de los estudios para la toma de decisiones pueden ser la diferencia entre la elección correcta para nosotros o para otros. Se trata de momentos en las carreras profesionales diferentes, pero en todos ellos es importante saber escucharnos, “apagar el ruido” para volver al origen y lograr nuestro sueño.